martes, 8 de julio de 2008

Las noches de verano

Las noches de verano son diferentes a las del invierno, también a las del otoño. En invierno, al salir de la oficina, la noche es fría y en la calle apenas encuentras a gente. Dan ganas de correr hacia casa, refugiarte entre las mantas y leer. En verano, aunque sea un día laborable, siempre encuentras a personas paseando. Algunos incluso dan la impresión de regresar de la playa con su olor a crema bronceadora y el aire despreocupado de quién ha dedicado varias horas a contar las olas y las formas de las nubes.
La noche de verano te invita a la vida, a abrazar a la persona amada y a pasear por la calle. Son noches en las que añoras una terraza para sentarte a conversar durante horas y horas. La noche del verano es la noche más hermosa.

El poema de la semana

II

Ahora no estoy en casa.
En casa, lejos de aquí,
todas las cosas estarán en su sitio,
menos yo.
Y yo, que no esto en casa,
absuelto del delito de olvidarme
de lo que fui, de dónde estuve un día,
veo esas cosas que me rodeaban,
que te están rodeando.
Son poco más o menos las mismas cosas
que me rodean aquí:
muebles, libros, periódicos,
jarrones y retratos,
paredes salpicadas por los haces
de luz artificial que en su abandono
han cobrado un aire de familiaridad,
un parentesco extraño por haber estado
más de una noche aquí, frente a mis ojos,
o ahí donde tú estás, donde yo estuve.

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