jueves, 1 de mayo de 2008

La dura vida de Harry Wu

Harry Wu es un disidente chino cuya historia conocí el pasado domingo en las páginas de El País. Es un superviviente del horror, una persona cuya vida ha estado marcada por la tragedia y el dolor, la lucha por la libertad y el sufrimiento ante la opresión de la dictadura china. Interno durante años en el laogai, ahora denuncia desde Estados Unidos la aberrante realidad de los campos de concentración de su país natal. En la entrevista con Yolanda Monge, desvela sus sufrimientos y su lucha. El trabajo de Yolanda Monge es de calidad, no desperdicia la oportunidad que representa entrevistar a una persona con esas vivencias.

- ¿Sigue siendo católico?
-No. Era católico. Era católico durante 20 años en el laogai... Dios no me sirvió.

Con su respuesta, Harry Wu nos enfrenta a una de esas preguntas que nos hacemos todos los creyentes. ¿Dónde está Dios cuando permite el dolor, el sufrimiento? ¿Cuando nos lo permite que nosotros, que somos buenos creyentes, que vamos a Misa y tratamos de portarnos según su Ley, que lo proclamamos en público y los defendemos en nuestras bitácoras, sufrimos?
Harry Wu responde desde su dolor y desde una idea utilitarista de la Fe, muy presente en nuestra vida y la viviencia actual de la Fe. Olvidando que como creyentes tenemos que confiar en Él, en hacer y en dejarnos guiarnos incluso por los valles sombríos por los que, con tanta frecuencia, caminamos. Nuestro Señor Jesucristo, cuando sabía la que le venía encima, pidió a Dios que le apartase de la Cruz, pero, inmediatamente, asumió que si era el plan de Dios para su vida lo asumiría. Una actitud de entrega total que nos produce el vértigo del abismo, de la enternidad y que compensa con la serenidad de la cercanía de Dios. Una cercanía que, seguramente, aliviará la mirada dura de Harry Wu y le ayudará a entender el dolor y el sufrimiento de su vida.

Maldita curiosidad

Rueda de prensa de Bernat Soria para explicar la crisis del aceite de girasol. Uno recuerda el síndrome de la colza como uno de esos episodios de terror colectivo vivido en la infancia. No es de extrañar que en nuestro país, todo esto de las alarmas sanitarias se viva con una inquietud generalizada.
Más aún cuando este episodio se inició el viernes anunciando la retirada de todo, sí todo, el aceite de girasol. Así que llega el ministro y empieza el autobombo, el onanismo intelectual sin desvelar las dudas que aún pueden existir: ¿llegó ese aceite a las conserveras? ¿qué marcas se pueden consumir sin riesgo? ¿desde qué fecha circuló el aceite adulterado? ¿qué hacer en caso de consumo de ese producto? Las preguntas normales que se formula cualquier persona sensata.
El ministro de Sanidad no responde y, un subalterno, el presidente de la Agencia de Seguridad Alimentaria, de nombre Félix Lobo, lanzó la frase que le ha llevado a la gloria: "No estamos aquí para satisfacer las curiosidades de los periodistas".
Así se responde. Ya que no podemos asegurar la seguridad alimentaria, tampoco desvelamos dudas. Ahora bien, si una persona, sea quien sea, convoca a los periodistas y no quiere responder a las preguntas, ¿para qué los cita? ¿No es más fácil enviar una nota de prensa o no decir nada? Claro que, entonces, Félix Lobo no disfrutaría de su minuto de gloria ni mostraría las vergüenzas de un gobierno que no cesa a una persona con ese talante.

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