jueves, 24 de abril de 2008

Nueva sociedad, viejos problemas

Los nuevos modelos de familia nos vuelven a situar ante viejos problemas con formulaciones diferentes y que nos obligan a reflexionar sobre nuestra sociedad y su evolución. Sirva como ejemplo la historia que hoy publica La Voz de Avilés. Si pinchas aquí, tienes el enlace, pero te hago un resumen: un padre reclama la custodia de su hija cuando comprueba que su ex-mujer se ha casado con otra mujer alegando que la ausencia de la figura paterna puede causar trastornos a su hija. El padre que tanto se preocupa por su hija lleva algo más de tres años sin pasar pensión alimenticia para la menor y sólo la ve una vez al año.
Uno, leyendo lo publicado, sólo puede apoyar a la madre, ya que todo indica que el varón no se comportó de forma adecuada, es decir, pasó olímpicamente de sus deberes paternos que ahora pone como bandera. Puestos a elegir, mejor un hogar con amor, aunque sea de dos mujeres, que un padre que apenas mira por su hija.
Al tiempo, esa opinión choca frontalmente con la doctrina de la Iglesia, que condena el matrimonio homosexual y lleva a los creyentes a una encrucijada. Habrá que encontrar una salida a ese nudo gordiano porque, como creyente, no me sirve el rechazo simplista de las parejas homosexuales. En primer lugar, porque aunque la Iglesia no acepte esos matrimonios como tales (pues se reserva a la relación hombre y mujer), lo cierto es que en el mundo habrá esas relaciones estables y se deberá reflexionar sobre ellas, sobre el diálogo entre católicos y no católicos en una sociedad aconfesional. ¿Primamos el amor (en este caso concreto, el padre no parece como un buen modelo) o un criterio sexualista de las relaciones? Tampoco me sirve reclamar la prohibición del matrimonio homosexual, porque no evitará esa realidad y se recortan derechos civiles.
Uno, en su modestia, ya ha expresado su opinión; pero lo cierto es que entre las certezas que tengo como católico es que Dios es Amor y que los frutos de Cristo nacen del amor. Y que los niños necesitan más amor. También sabemos que Cristo gustó de rodearse de pecadores y de marginales en la sociedad de su época, que los fariseos que presumían de su condición no eran de su agrado. Es un terreno difícil, complejo, minado y que requiere un esfuerzo de los buenos teólogos de la Iglesia y de la oración de todos para encontrar una respuesta que ayude a nuestra Iglesia a estar en el mundo sin renunciar a sus principios.

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