Nunca acaban de irse, siempre están ahí con su cantinela que anuncia el fin del libro, la muerte de cultura; su lamento de que la gente joven ya no lee, que España ya no es lo que era. Son los apocalípticos una especie que me resulta especialmente cansina, que deberían recibir subvención del Estado para estar callados y dejarnos en paz, tranquilos a los demás.
Se quejan de que los jóvenes no leen, pero el último libro de Harry Potter vendió todo lo que quiso en un momento donde la literatura juvenil se encuentra bastante bien, según se lee. No los leerán a ellos, por ser tan aburridos como cansinos. Y hacen bien. En Vitoria, el Ayuntamiento homenajea a Ken Follet por la difusión de la ciudad en sus libros, lo que no está mal para un mundo donde el libro pierde peso; pero no, no sólo pierde sino que en esta vorágine de información la actividad intelectual gana importancia porque es la brújula que nos ayuda a navegar en ríos tan caudalosos como es la sociedad de la información. A ver si permanecen callados hasta el próximo fin del mundo.
Se quejan de que los jóvenes no leen, pero el último libro de Harry Potter vendió todo lo que quiso en un momento donde la literatura juvenil se encuentra bastante bien, según se lee. No los leerán a ellos, por ser tan aburridos como cansinos. Y hacen bien. En Vitoria, el Ayuntamiento homenajea a Ken Follet por la difusión de la ciudad en sus libros, lo que no está mal para un mundo donde el libro pierde peso; pero no, no sólo pierde sino que en esta vorágine de información la actividad intelectual gana importancia porque es la brújula que nos ayuda a navegar en ríos tan caudalosos como es la sociedad de la información. A ver si permanecen callados hasta el próximo fin del mundo.