miércoles, 16 de abril de 2008

Malditos apocalípticos

Nunca acaban de irse, siempre están ahí con su cantinela que anuncia el fin del libro, la muerte de cultura; su lamento de que la gente joven ya no lee, que España ya no es lo que era. Son los apocalípticos una especie que me resulta especialmente cansina, que deberían recibir subvención del Estado para estar callados y dejarnos en paz, tranquilos a los demás.
Se quejan de que los jóvenes no leen, pero el último libro de
Harry Potter vendió todo lo que quiso en un momento donde la literatura juvenil se encuentra bastante bien, según se lee. No los leerán a ellos, por ser tan aburridos como cansinos. Y hacen bien. En Vitoria, el Ayuntamiento homenajea a Ken Follet por la difusión de la ciudad en sus libros, lo que no está mal para un mundo donde el libro pierde peso; pero no, no sólo pierde sino que en esta vorágine de información la actividad intelectual gana importancia porque es la brújula que nos ayuda a navegar en ríos tan caudalosos como es la sociedad de la información. A ver si permanecen callados hasta el próximo fin del mundo.

El agua desnuda a Zapatero

El problema del agua de España no es de su existencia, sino de su distribución. Al menos es lo que he leído a Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos que, de eso, saben algo. Lejos de afrontar ese debate trascendental para nuestro país desde una visión nacional, incluso de Estado; llevamos unos años alimentando a las comunidades de vecinos, reclamando que nuestra baldosa sea mejor sin asumir que lo realmente importante somos todos y que los españoles excedentes de agua deben ser solidarios con quienes tienen más problemas.
Lejos de la seriedad con la que se debe abordar esta situación, llevamos demasiado años con nuestras pequeñas fronteras, nuestras batallas pequeñas hasta que llega la sequía y obliga a tomar soluciones urgentes, sin abordar de verdad el problema.
El trasvase del agua a Barcelona evitará que la capital catalana pase sed. Eso está bien, pero, sin llegar a cumplir una semana,
José Luis Rodríguez Zapatero cae en su primer renuncio. En el debate electoral ante Mariano Rajoy aseguró que él no haría trasvases. Y allí está, acordando una inversión que vulnera las inversiones recogidas en el Estatut (así aseguraban ayer en Punto Radio) y demostrando que cuando los problemas reales entran por la puerta, la demagogia salta por la ventana. Ahora queda arreglar la sed de Valencia y Murcia, de la España seca que también tiene derecho al agua.
Si todo esto sirve para el sentido común se recupere para la política, si se alcanza un gran pacto nacional por el agua, habrá servido para algo. 

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