sábado, 2 de febrero de 2008

La danza macabra

Adolf Hitler baila sobre centenares de cuerpos de judíos, gitanos, negros y homosexuales muertos. El Führer danza sobre los cadáveres, sobre los mutilados; mueve la pelvis y se estremecen las joyas, los zapatos, los restos personales que alimentarán el olvido y que forman el lodo miserable sobre el que edificar la Gran Alemania.
La imagen no es una fantasía onírica, aunque tiene mucho de pesadilla. Ha sido la carroza de una Escuela de Samba Brasileña que, al final, no vivirá la fiesta en Río. Los integrantes de la Escuela querían recorrer las calles a ritmo de samba con un Adolf Hitler disfrutando de su danza macabra.
Nada más enterarse de las intenciones, la comunidad judía del país solicitó la prohibición de esa carroza. Y los tribunales brasileños les han concedido la razón, según leo en ABC.
Y me alegro proque si algo debemos respetar en este mundo es la vida, el sagrado derecho a la vida, también de los no nacidos. Debemos considerar abominación a aquellos que alardean de la muerte y se convierten en sus servidores sin ningún tipo de vergüenza, llaménse Adolf Hitler, Stalin, Pinochet, Fidel Castro o Pol-Pot.
Me indigna, me indigna profundamente la fotografía que recoge el diario citado, donde unos brasileños ultiman la carroza. Amontonan cuerpos de plástico para risa y diversión de una barbarie que sólo debe servir para aprender y que no se repita en el futuro.

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