jueves, 3 de enero de 2008

El miedo a la discrepancia

La gestión de la discrepancia es uno de los aspectos más difíciles de la democracia, de cualquier sociedad que se precie de avanzada. De hecho, consideramos barbarie la quema de los herejes, de los heterodoxos que era un modo de gestionar la discrepancia que, en el pasado, tenía el poder.
Ahora el poder ha cambiado de manos y, en vez de quemar, trata de acomplejar al discrepante, de mantenerlo en su rincón callado y cobarde. Sólo puede levantar la voz para decir sí señor, lo que usted diga, qué inteligente es el señor. Así es como entiendo yo la reacción de la Ejecutiva del PSOE a la celebración del Día de la Iglesia. Las cosas en su sitio titularon de manera indicativa.
El domingo, en Colón, los representantes de la Iglesia no dijeron nada nuevo. No se escucho doctrina nueva alguna. Tendría que preguntar a algún experto, pero la doctrina proclamada se remonta a unos cuantos cientos de años, si no se acerca al origen de la propia Iglesia.
¿Donde está, entonces, el problema? En el propio acto de levantar la voz, de reunir a miles de personas para decir lo que piensan; en exhibirse su ideología y creencia, en no tener miedo y afirmar que otra sociedad es posible, aunque, hoy en día, no figure en la agenda de los partidos mayoritarios.
Y eso es lo que no gusta al gobierno, a un aparato que prefiere limitar el debate de lo público a unos pocos (los partidos) que a la sociedad civil. Una sociedad civil estructurada es mucho más rica, democrática y compleja de gestionar que un mangoneo con otros partidos.
Hace cuatro años, el PP fue incapaz de gestionar la discrepancia, de ver cómo la sociedad decía hasta aquí hemos llegado y perdió unas elecciones que tenía ganadas. La lección de entonces no sirve para un partido que aspira a convertirse en el ser hegemónico de la sociedad, en la propia sociedad, en nuestro Leviatán.

4 comentarios:

  1. Discrepemos.

    Esto es el síndrome del crítico. El crítico pone por los suelos una película. El director la lee y, a su vez, dice que el artículo está mal escrito y que se equivoca en varias cosas. El crítico lee el comentario del director y comenta que el director no ha sabido asumir la crítica.

    O sea, que la Iglesia hace una manifestación y expresa y critica lo que le parece bien y está en su derecho de hacerlo. Faltaría más... pero, casualmente, parece ser que el PSOE, el criticado, no tiene derecho a contestar y expresar su opinión sobre la manifestación de la Iglesia o defenderse si algo de lo dicho lo considera injusto.

    Claro que el problema está en que los comentarios han sido maximalistas, en lugar de considerar que ambas partes tenían derecho a expresarse y que la crítica debía ir en la dirección de considerar si todo lo comentado entra dentro de lo real. Que sea han dicho barbaridades, mentiras y tonterías para dar y tomar, por ambas partes.

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  2. Discrepo, ya que de eso se trata, contigo. Es cierto que algunas manifestaciones del Family Days hubo miembros de la Iglesia que se pasaron de frenada, pero tienen todo el derecho del mundo a decir lo que piensan. En concreto, se pasaron al hacer juicios tan concretos sobre la legislación española.
    Creo más grave el argumento del PSOE, que salta cuando se le critica (¿por qué no dejar a los que discrepan con su opinión) e invita a los obispos a que se presenten a las elecciones para poder criticar al gobierno. Eso sí es un pelín excesivo. Según ese argumento, uno para poder criticar debería a)estar en un partido, b) formar un partido. Cuando los ciudadanos pueden criticar al gobierno/partido sin militancia alguna.

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  3. Fernando caes en el mismo error que criticas.

    La Iglesia considera que tiene razones para hacerlo, se manifiesta y hace una critica. Tiene todo el derecho y no hay nada que objetar a esa acción -otra cuestión son los contenidos-.

    El PSOE cree que tiene razones para hacerlo -se siente atacado-, y hace un comunicado público y una crítica y no debería haber nada que objetar a eso -otra cuestión son los contenidos-.

    Después ya están las tonterías que han dicho todos ellos, hablando de catástrofe y del fin de la democracia, de nazis o de defender las ideas de una religión mediante un partido político. Todo ello, así en frío, es una insensatez, claro.

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  4. Discrepo contigo. Todos los actores de la sociedad son sujetos de crítica, pero lo que no puedes hacer es pedirle a un actor (la Iglesia) que asuma un rol (el del partido político) que, por las razones que sean no quiere asumir. Si no te gusta, di: discrepo, no estoy de acuerdo; pero no: para críticarme tienes que ser como yo. Y luego, sí estoy de acuerdo contigo, se encuentran todas las tonterías, esos adjetivos innecesarios.

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