martes, 3 de julio de 2007

La política de lo miserable

¡Qué bien se está de vacaciones! Recorriendo Asturias, disfrutando de sus playas, repasando las últimas clases de gijonés antes del examen del EGA. A ver que le comento mañana a Paz para ganarme al tribunal. Todo el día feliz, sin más. Ah, las vacaciones.
Menos mal que está el periódico para recordarle a uno la triste realidad que le espera a la vuelta de la esquina. Leo la noticia de la muerte de Carlos Lestón, el jugador de petanca al que le cayó una rama de un árbol en La Exposición. Una noticia que conmocionó a todos. Sabíamos, en boca del alcalde, que el ejemplar era estudiado periódicamente tanto por su edad, 80 años, como por el lugar donde se encontraba plantado, un espacio por el que pasa mucha gente. Recientemente había sido podado y se analizaba su salud de forma periódica para velar por la seguridad de los avilesinos. Según dicen, un nuevo estudio se encargará de aclarar lo sucedido, aunque nada devolverá la vida a Carlos Lestón ni quitará el dolor a su familia.
Y, siguiendo con la lectura del periódico, me encuentro con la política de lo miserable, que uno pensaba desterrada de la escena local después del 27 de mayo, pero por lo visto sigue viva, muy viva. El mismo día del funeral, leo en el periódico una sucesión de declaraciones del Partido Popular. Manuel Peña abre el fuego con toda una declaración de principios en la que uno ya dejó de leer: "En estos momentos de dolor, no queremos hacer declaraciones, pero es es necesario..." ¡¡Eh, usted!! Sí, Manuel Peña, si no quiere hacer declaraciones, ¿por qué las hace? ¿Será un problema de conciencia? Es decir, dándose cuenta de lo miserable y ruin que es hacer esas declaraciones, primero advierte: Yo no quiero, pero tengo que hacerlo... Igual aprendió de otras situaciones parecidas, como el accidente del chico en Villalegre, cuando salió diciendo que, con el soterramiento, eso no hubiera pasado... Y menudo revuelo se montó. Ante la falta de valor, recuerdo a una pobre treta sofistica para que nadie le acuse, pero sus palabras lo señalan a él, a su política de lo miserable y, ahora, con aires de cobardía.
Definitivamente, me vuelvo de vacaciones.

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