viernes, 29 de junio de 2007

De color amarillo

La labor en general, y en particular mi trabajo, de los medios de comunicación en el caso del asesinato de Anabel Gutiérrez ha merecido la crítica de muchas personas, tanto en esta bitácora como en la vida material. Son opiniones de las que discrepo, pero es un debate que no tengo el interés en retomar. Sí voy a escribir de otro amarillismo, del que se habla menos pero que es igual de censurable. Me refiero al amarillismo de la familia. Pido perdón por el verbo, pero no sé si debo utilizar alimentar, consentir, fomentar o protagonizar.
El domingo en una entrevista, el hermano de la víctima anuncia que depositará un ramo de flores en el lugar donde apareció el cuerpo de su hermana; pero que quiere que sea un acto íntimo, sin fotógrafos. Eso lo dijo en un medio de comunicación; en otro medio de comunicación apareció ayer dejando el ramo y mostrando su dolor. Lunes, martes, miércoles, jueves... Cuatro días para un cambio tan trascendental de la opinión que pasa de la vivencia del luto en la intimidad a la exhibición impúdica de su pena.
Seguramente sea necesario que los lectores y desde fuera de la profesión se censuren los excesos de los medios de comunicación, los errores cometidos para no volver a caer en ellos cuando, por ejemplo, se celebre el juicio dentro de dos años. Pero, ¿no existe un cierto amarillismo en ese comportamiento de la familia? Tal vez lo más difícil sea comportarse de forma adecuada y lo más cómodo censurar el amarillismo de los demás.

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