lunes, 21 de mayo de 2007

Polanski's bufé

No es que tenga voluntad de piscator, pero el hecho cierto es que uno aprovechó la tarde de bruma y lluvia para disparar las medias de consumo televisivo de este país. Aunque, entre media hora y media hora, uno aprovechaba para leer o escribir algo. El caso es que ahí estaba, buscando algo que me gustase en la televisión, que es un buen ejercicio para cuando me regalen la Wii: hay que mover mucho los botones. Y apareció la crónica del día del festival de Cannes, donde uno envidia el buen tiempo que se ve por la pantalla, aunque, vete a saber, igual es falso y se trata de un decorado.
La información se centra en uno de esos megaproyectos que sólo salen en los festivales. Una película hecha por cuñas de los mejores directores del cine mundial. Cada uno cuenta con tres minutos para homenajear a las salas de cine. Y tienen una rueda de prensa con todo ellos. Y, de repente, Roman Polanski agarra el micrófono y suelta una de esas parrafadas antológicas: "Aquí están algunos de los mejores directores de cine del mundo (la frase no está nada mal, teniendo en cuenta que el protagonista está en ese grupo) pero las preguntas que les hacen denotan que no han visto sus películas ni el más mínimo interés por el cine. Y hay cosas más interesantes que hacer cómo comer". Y se marcha de la rueda de prensa. Con un par.
La cita es de memoria, así que habrá inexactitudes, pero el espíritu está clavado. Y con él la falta de respeto de Polanski a miles de personas. Porque, seguramente, habrá poco interés en muchas de las preguntas que le hacen; como sucede siempre, y seguramente esos periodistas tienen cosas más interesantes que escuchar a Polanski decir tonterías, y piensan sólo en regresar a su casa y buscan cumplir bien el trabajo y terminar pronto. Ese desplante es un desplante a la normalidad, a los cientos de personas que vamos a las películas, que nos sentamos delante de la pantalla sin saber si Polanski nos ofrecerá un tostón, de lo que es capaz, o una gran película, de lo que también es capaz. Nuestras referencias se las debemos a esos periodistas que hacen preguntas sencillas y cotidianas, porque nosotros, los lectores y los que vamos al cine, también somos sencillos y cotidianos y no alcanzamos a las genialidades de Polanski. Y el señor se enfada, se levanta y nos deja a todos, a los periodistas y a los aficionados, sin nada que escuchar. Tan sólo le podremos decir:
-Señor Polanski, su comida está servida.

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